Jul 28, 2006

Cruzada en Contra de las Corbatas


Son incómodas, caras, frágiles, y en varios casos, muy feas. Sin embargo las corbatas han sobrevivido por más de cuatro siglos. Sobrevivido por que al parecer desde sus inicios (La culpa es de los Croatas. Y de Luis IV. ¿De Quién Más?) ya había gente que no auguraba mucha vida a esa moda de llevar un inservible retazo de tela en el cuello.

Alguna vez me sumergí en una discusión sin salida con un personaje que las defendía a muerte. Era abogado. Él decía que eran una prenda de primerísima necesidad, y mi único argumento era que nunca, en uno de esos llamados a enviar ayuda después del algún desastre, recordaba que se pidieran agua, cobertores, medicamentos, y corbatas.

Afortunadamente, no tengo que vivir a diario con el cencerro. Pero me solidarizo con quienes están obligados a ello. Los vea a diario caminando a pleno sol, medio sofocados, y los compadezco.

Yo me anudo una corbata sólo cuando es completamente necesario. Y, eso si, hay pocos momentos más liberantes y placenteros que el momento en el que uno se desabrocha el botón, afloja el nudo, y tira de la maldita corbata.

¿Hasta cuándo?


Via [ECollado]

2 comments:

Ángel said...

El gesto de quitarse la corbata es, además de placentero, viril. Me vienen a la memoria escenas de grandes actores aflojando el nudo con desgana.

De todas formas, hay un placer superior: quitarse las botas de esquiar. De hecho, creo que esquío sólo por eso. A veces he rozado el clímax místico.

Roger said...

Eso de las botas fué tan decisivo para mí, que después de intentarlo dos días en la montaña decidí no volver a ponérmelas jamás.

Soy de esos que esperan con whiskey en las rocas en el bar mientras la peña se desgracia las articulaciones en la nieve.